¡Dios te quiere hablar!
¡Tengo buenas noticias para ti! ¡Dios te quiere hablar!
No sé si te has fijado, pero en la Biblia, Dios habla desde los primeros versículos de Génesis hasta los últimos de Apocalipsis. ¡A Dios le gusta hablar! Eso es lo que mi esposo siempre dice, que cuando creó a Adán, se aburrió tanto que creó a Eva para poder conversar, je.je.
Dios siempre se ha comunicado con el hombre desde que lo creó y quiere tener ese tipo de relación personal contigo. Quizás tú dices, es que no me habla. Pero la realidad es que, ¡Dios te habla más de lo que piensas! Lo que pasa es que, la mayoría de las veces, nos habla de una manera tan sencilla y creemos que son nuestros propios pensamientos. Por eso, ¡necesitamos prestar atención, para identificar cuándo no somos nosotros, sino que Dios es el que está hablando!
Recuerda que cuando Dios le habló a Samuel, él creía que era Elí quien le hablaba. Dios le habló con una voz conocida de alguien que tenía autoridad en su vida. No se dio cuenta hasta que pasó varias veces, que era Dios el que le estaba hablando.
¡Dios habla de una manera sencilla que tú puedes reconocer!
“Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen” Jn. 10:27
Algo que nos puede confundir es que, muchas veces, quizás esperamos que Dios nos hable por rayos y truenos, pero la mayoría de las veces, lo hace en nuestro interior. Fíjate, cómo Dios habló a Elías en la cueva, cuando huyó de Jezabel. Mira cómo lo hizo:
“11 El le dijo: Sal fuera, y ponte en el monte delante de Jehová. Y he aquí Jehová que pasaba, y un grande y poderoso viento que rompía los montes, y quebraba las peñas delante de Jehová; pero Jehová no estaba en el viento. Y tras el viento un terremoto; pero Jehová no estaba en el terremoto. 12 Y tras el terremoto un fuego; pero Jehová no estaba en el fuego. Y tras el fuego un silbo apacible y delicado. 13 Y cuando lo oyó Elías, cubrió su rostro con su manto, y salió, y se puso a la puerta de la cueva. Y he aquí vino a él una voz, diciendo: ¿Qué haces aquí, Elías?” 1 Reyes 9:11-13
Muchas veces, la voz de Dios suena en nuestro interior, ¡y parece que es la nuestra! Por eso, tenemos que prestar atención y ser sensibles para distinguir Su voz de la nuestra.
Espero que este pensamiento te ayude a entender mejor cómo ser guiado por Dios.
Con cariño,
Candy de Ma